¿Alguna vez te ha pasado que tienes tareas importantes que hacer pero te distraes y terminas haciéndolas al final?
Si esto te ha llegado a pasar, es probable que tengas depresión o tristeza crónica.
Si eres de esas personas que van a iniciar alguna tardea de la escuela, o algún reporte de tu trabajo y te distraes por irte a ver Facebook, YouTube o en alguna otra cosa, no dejes de leer está nota porque probablemente no seas flojo, sino que puedes tener algún problema.
Se trata de la procrastinación, que es la acción de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables por miedo a afrontarlas.
Trata de un trastorno volitivo del comportamiento que tiene su raíz en la asociación de la acción por realizar con el cambio, el dolor o la incomodidad (estrés). Este puede ser psicológico (en la forma de ansiedad o frustración), físico (como el que se experimenta durante actos que requieren trabajo fuerte o ejercicio vigoroso) o intelectual.
El término se aplica comúnmente al sentido de ansiedad generado ante una tarea pendiente sin tener una fuerza de voluntad para concluirla. El acto que se pospone puede ser percibido como abrumador, desafiante, inquietante, peligroso, difícil, tedioso o aburrido, es decir, estresante, por lo cual se autojustifica posponerlo a un futuro sine die idealizado, en que lo importante es supeditado a lo urgente.
Es reconocido como un un síntoma de algún trastorno psicológico, como depresión o TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad).
Un artículo de New York Times reveló que la procrastinación es producto del manejo de las emociones y no de la holgazanería o “flojera”.
Para tratar de resolver este problema, encuentra una actividad que pueda aliviar tus sentimientos desafiantes sin que ésta pueda dañar tu futuro, es decir, una que pueda ser tu solución interna porque este cambio depende sólo de ti mismo.